El horno que ocupa el lugar central del hostal rural siempre ha sido un lugar de encuentro. A él acudían a diario las amas de casa del pueblo a buscar el pan que horneaba nuestro abuelo y, de paso, a compartir un rato de conversación y de intercambio de noticias.
En las fiestas señaladas los vecinos venían a cocer los dulces típicos: hornazos en Semana Santa, magdalenas y bollitos de manteca en Navidad o los típicos de la fiesta del Cristo de la Fe, patrón del pueblo. En las comidas de bodas, bautizos o comuniones no podía faltar un cordero asado en el horno, como manda la tradición, y los típicos harinados y bollos que las madres amasaban y cocían, mientras hablaban de los trajes y de los novios.
Ahora el horno sigue a pleno rendimiento y nuestros huéspedes pueden revivir esas tradiciones, haciendo su propio pan, horneando dulces o asando un buen cordero, y disfrutarlos con la familia y amigos en el salón de la casa. Será una experiencia inolvidable.